sábado, 21 de diciembre de 2013

El desconcierto de Smaug

Ya ha pasado un año desde que escribí mi crítica de El Hobbit: Un viaje inesperado, aunque desde entonces sólo haya publicado cuatro cochinas entradas. Eso significa que somos un año más viejos y que todo el mundo está teniendo bebés como si no hubiera un mañana, pero también que ya está aquí la segunda parte: La desolación de Smaug. Como la primera me dejó un poco frío y había oído que esta no iba a ser diferente, decidí ir con el mismo sano escepticismo que entonces, pero a la vez sin poder reprimir del todo el entusiasmo, porque a fin de cuentas una película como esta es una ocasión especial. Que estamos hablando de asuntos tolkienanos, por dios. Vale, es cierto que tanto yo como la acuñadora del apodo «Orc Nieve» habíamos expresado cierta intención de mofarnos de la película, pero era todo una pose y un mecanismo de autodefensa ante los golpes de la vida y de Peter Jackson: queríamos que nos encantara, pero presentíamos lo que iba a ocurrir.


Por resumir la película: empezamos con un flashback al momento en el que Gandalf se presenta a Thorin con su plan, tal y como se relata en los Apéndices de El Señor de los Anillos y en los Cuentos inconclusos. Sin duda afectado por los comienzos de la demencia senil, el mago recomienda a Thorin recuperar la piedra del arca para que todas las Casas de los enanos se le unan, junten sus ejércitos y planten cara a Smaug en batalla campal (un plan que sólo puede calificarse de estupidez; en los libros, y espero que sea la única crítica a cambios respecto a ellos que hago en toda la entrada, es una idea de Thorin y Gandalf le dice que no se flipe tanto). A continuación, volvemos al presente, donde Bilbo y compañía andan por las estribaciones orientales de las Montañas Nubladas, donde los dejamos al final de la primera película. El hobbit, que hace de explorador, alerta a los enanos sobre una bestia en forma de oso que los acecha, ante lo que toda la compañía se hace caquita. Para que puedan ponerse una muda limpia, Gandalf los lleva a casa de Beorn, un cambiapieles que resulta ser la bestia de antes, además del padre de Michael J. Fox en De pelo en pecho.

 Peliculón

Pero al final nada de esto importa y a Beorn lo despachan en 5 minutos, después de lo cual llegan a los límites del Bosque Negro (anteriormente conocido como Bosque Verde). Allí, Gandalf los deja tirados, pero no porque el Concilio Blanco lleve siglos observando la situación y lo tenga todo estudiado, sino porque le da un pálpito; a fin de cuentas, todavía no saben que el Nigromante es Sauron. La escena psicotrópica en el bosque, donde pierden el camino hasta que unas amables arañas les ayudan a orientarse, creo que está bastante bien, y es una buena alternativa a la escena correspondiente en el libro, tan de cuento de hadas que difícilmente habría encajado en la película. El único problema es que eliminar esa escena convierte a Thranduil en un cabrón, pero buena parte de su caracterización va por ahí, así que está claro que es una decisión consciente y por tanto respetable. Los elfos rescatan a los enanos de las arañas, pero los hacen prisioneros (no a Bilbo, que ha quedado separado del resto por culpa de la influencia del anillo). Aquí empieza una subtrama romántica metida con calzador con Kili y Tauriel, con Legolas en medio, que bueno, está ahí. Bilbo consigue liberar a los enanos y juntos escapan por el río metidos en barriles, pero son detenidos primero por los elfos y luego por los orcos. Sigue una escena de combate fluvial bastante tonta pero que funciona bien y es graciosa, así que no me parece mal ni siquiera el momento barrilete cósmico de la muerte que protagoniza Bombur. Mientras, Gandalf y Radagast hacen sus averiguaciones y el mago gris deduce que el Nigromante es probablemente Sauron, ante lo que no se le ocurre mejor idea que ir a su fortaleza de Dol Guldur él solito a investigar. Cuando Sauron se le muestra, cae prisionero (voy a imaginar que no lo mata al instante porque piensa que sabe algo del anillo). Mientras, Bilbo y los demás llegan a Esgaroth tras un proceso largo, complicado y más bien aburrido e innecesario en el que conocen a Bardo, al gobernador y a una especie de Gríma al revés (unicejo en vez de sin cejas). Por fin, Bilbo y la mayoría de los enanos parten hacia Erebor, aunque unos cuantos se quedan atrás con Kili, que resultó herido durante la huida por el río, y tras ciertos problemas consiguen entrar en la montaña y mandan a Bilbo a echar un vistazo. Y allí, el hobbit se encuentra con Smaug.

MUTHAFUKIN SMAUG


El momento que todo el mundo estaba esperando. La razón principal por la que estaba en el cine. SMAUG EL DORADO. Y, la verdad, superó todas mis expectativas. La presentación de Smaug es, sencillamente, perfecta. Tanto Benedict Cumberbatch como Martin Freeman hacen un trabajo espectacular, hasta el punto de que, sin ellos, la película sería un desastre. Smaug es creíble, amenazador, grandioso y, sobre todo, inteligente. El miedo de Bilbo, al contrario que ocurre con la mayoría de los otros personajes en situaciones peligrosas, es palpable. Si toda la película fuera como esta escena, tendría que darle un 10. Lo malo es que está claro que Jackson tuvo un dilema. En el libro, el contacto con el dragón es mínimo, por la sencilla razón de que Smaug se podía comer a los enanos con patatas todas las veces que quisiera, pero eso sería muy poco heroico, así que Thorin, Bilbo y compañía se ven envueltos en una persecución por los salones de Erebor que estropea bastante la impresión inicial causada por Smaug, porque en esta escena innecesariamente larga y complicada, ejemplo del principal problema de El Hobbit en conjunto (como ya comenté hace un año y como explico más abajo), el dragón queda como un completo inútil y no hay rastro de su aterradora inteligencia.

Tras las acrobacias de rigor, los enanos y Bilbo bañan a Smaug en oro fundido, ante lo cual el dragón decide marcharse (¿dejando su tesoro en manos de su mayor enemigo?) para destruir Esgaroth como venganza. Cuando parece que la cosa se aproxima a su punto álgido, la película termina de la forma más brusca imaginable, dejando todas y cada una de las tramas argumentales en el aire y a los espectadores un tanto confusos.
 
En mi crítica a Un viaje inesperado señalaba como problemas principales la inconsistencia en el tono y la excesiva dependencia de los efectos especiales y las escenas de acción espectaculares que se alargaban hasta que no daban más de sí. Lo bueno es que La desolación de Smaug no creo que tenga esos problemas con el tono: sigue mezclando comedia con acción, por supuesto, pero la sensación que me dio es que lo hace de una forma más armónica. Sin embargo, como ya he dejado caer antes, el otro fallo de la primera película y que para mí era el más grave se repite en esta continuación: una saturación de acrobacias imposibles y efectos grandilocuentes en escenas inacabables que no producen otra cosa que desensibilización y tedio. Con la primera no llegué a aburrirme del todo en ningún momento, aunque escenas como la de la pelea entre los gigantes me llevaran al límite; con esta, sí, sólo que lo que entonces eran gigantes y persecuciones en las cuevas de los trasgos esta vez son espectáculos imposibles con oro fundido en la Montaña Solitaria.

Orcos atacando Esgaroth

Aun así, se podría pensar que es una mejora, ¿no? De los dos problemas principales de la original, han solucionado uno. Pues sí. Lo malo es que lo han sustituido por otro no menos grave: la intrascendencia, que desemboca en cierto desapego hacia lo que está ocurriendo en la pantalla. Cuando todos tus protagonistas son capaces de hacer malabarismos imposibles en cualquier situación y de cargarse a sus enemigos con un roce como si fuera un videojuego, la sensación de peligro tiende a desaparecer. Vale que Legolas y Tauriel tengan una agilidad sobrehumana por el hecho de ser elfos (aunque hay que decir que eso no ayuda mucho a los guardias del río), pero es que en esta película todos los personajes dejan a un gato gimnasta en ridículo... cuando el argumento lo requiere. Igual que los enanos son ruidosos cuando conviene, o que Smaug tiene un sentido del olfato muy desarrollado cuando a Jackson le viene en gana. No hay ninguna consistencia, las premisas ya establecidas no sirven en la escena siguiente porque esta se tiene que desarrollar de cierta forma para que la historia avance por donde quiere el director, y el resultado de esto es que no importa lo difícil que sea la situación en la que se vean metidos los protagonistas: no hay tensión, sabemos que no les va a pasar nada porque la única regla, que no les impide actuar como superhéroes, es que no hay reglas. El único que sale malparado es Kili, y eso sólo para que Tauriel lo cure canalizando a su Arwen interior, algo que estaba telegrafiado no, lo siguiente. Sin tensión, sin trascendencia, es difícil construir un universo creíble o absorbente. 

Ay, Tauriel. Una oportunidad perdida. Como friki tolkienano que soy, cuando me enteré de que se habían inventado a este personaje se me levantó una ceja al instante, pero para que veáis que no soy ningún talibán, tengo que decir que su inclusión fue buena idea. Lamentablemente, la ejecución es bastante pobre. Thranduil menciona que no dejaría a Legolas comprometerse con una vulgar elfa silvana, lo cual me dio ciertas esperanzas de que exploraran la sociedad élfica más a fondo, pero no. Un poco de contexto: al final de la Primera Edad, muchos Eldar (la rama crema de los elfos), sobre todo elfos grises, emigraron al este y se asentaron entre los elfos silvanos con el propósito declarado de volver a un estilo de vida más natural y alejado de la corrupción del mundo que los había llevado a la ruina. Allí, los elfos nativos (silvanos, no Eldar, por mucho que diga Tauriel) escogieron a los más distinguidos de entre ellos como reyes: Galadriel y Celeborn en Lothlórien y Thranduil en el Bosque Verde. Pero se dice que algunos silvanos estaban resentidos ante esos elfos con aires de superioridad que habían ido a perturbar su tranquilidad y a usurpar el poder. Pensaba que Tauriel serviría para explorar esto, pero no. Tampoco la aprovechan para presentar en condiciones el conflicto entre el aislacionismo y el intervencionismo inherente a todos los elfos: Tauriel dice que los problemas del mundo exterior les afectan a todos, Legolas insiste en que al mundo exterior le pueden dar mucho por culo, pero a la hora de la verdad los dos van a Esgaroth a perseguir orcos (por cierto, tanto problema para entrar de estrangis en la ciudad y luego resulta que orcos y elfos se pasean por allí como si estuvieran en su propia casa) y no dedican más que una corta escena a ese conflicto. Pero lo grave no es eso. Lo grave es que, como es una mujer, al final su verdadero rol sólo puede ser el de propiciar una subtrama romántica con Legolas y Kili, eslabón este totalmente increíble y que sobra muchísimo. Con eso y el mencionado refrito de la Arwen sanadora angelical de El Señor de los Anillos parece que se dieron por satisfechos, cuando su personaje tenía potencial para mucho más.

 Tauriel en el storyboard

Como ya he dicho, en La desolación de Smaug no se resuelve ninguna de las tramas. Eso hace que, como película independiente separada del resto de la trilogía, quede un poco coja, pero cuando tengamos el producto completo debería dar igual. Sin embargo, sí que puede provocar que la tercera película esté saturada. De momento, me queda claro que, si se hubiera evitado la hiperinflación de escenas de acción que no aportan gran cosa y el relleno insustancial del material mal aprovechado de los Apéndices, habría dado tiempo bien a condensar la historia, bien a desarrollar las partes que son prometedoras pero que se quedan en estado embrionario. A fin de cuentas, no es sino la confirmación de las preocupaciones de mucha gente cuando se enteraron de que iban a ser tres películas: hay mucha paja y no se manejan los tiempos demasiado bien, pero como no deja de ser la Tierra Media la cosa se salva.

Es la Tierra Media, digo, pero con matices, porque el vestuario no ayuda en eso de la credibilidad y la inmersión. Entiendo que quieran darle a Esgaroth, a Valle y a esta región nororiental de la Tierra Media en general una personalidad propia, pero no creo que ese toque a lo s. XVII entre veneciano y lituano o ruso sea el camino. Choca. El gobernador en particular queda como un anacronismo fuera de lugar en el universo tolkienano. Tampoco me convencen nada los diseños de armas y armaduras cada vez más fantasiosos que se gasta todo dios: hachas de juguete con hojas enormes, cuchillos de formas estrafalarias (que, por cierto, amenazan con degollar a la gente por el lado teóricamente sin filo en al menos una ocasión), armaduras de placas élficas made in Tamriel, taparrabos órquicos de acero y cuero endurecido... Aclaremos conceptos: Tolkien escribía high fantasy («fantasía épica»), pero la estética de la Tierra Media es, en su mayor parte, decididamente low fantasy en términos modernos.

Orcos más ajustados a las descripciones de Tolkien (por Tulikoura)

Los diseños de la película a mí personalmente sólo me sirven para que parezca todo más falso y una fantasmada todavía mayor, lo que va de la mano con las acrobacias circenses que han conseguido que los momentos «Legolas haciendo skate sobre un escudo» o «Legolas haciendo que un mûmak se estrelle contra un puesto de frutas en una persecución» de la trilogía original pasen a ser el pan de cada día en las precuelas.

Supongo que en eso se resume todo: El Hobbit es una fantasmada entretenida que sólo se eleva un poco por encima de ese estatus sobre todo gracias a Bilbo y, en la segunda parte, a Smaug. Pero, por supuesto, cuando estrenen la tercera parte estaré allí, y con el mismo entusiasmo a duras penas reprimido.

2 comentarios:

Arbe dijo...

"Una saturación de acrobacias imposibles y efectos grandilocuentes en escenas inacabables que no producen otra cosa que desensibilización y tedio.".
"Sin tensión, sin trascendencia, es difícil construir un universo creíble o absorbente."

Para mí lo has clavao con las apreciaciones de arriba, Robb. Yo estaba allí y aunque me molaba todo y estaba con Bilbo a muerte, la parte final me sentó como un ajito tierno metido entre los boquerones en vinagre. "Hmmm... ¿qué es esto? Se me repite mazo, pero no parece distinto a lo otro... oh, MIERDA!!"

Has sido suavecito como los muslitos de un bebé, pero te lo perdono porque la verdad es que la parte de las arañas y otras cosas me gustaron igual. Y Smaug es tan bueno que sólo lloro pensando en cómo se cargan luego el peligro imponente que representa. Se supone que tienes que hacer posible lo imposible: derrotar/engañar a un dragón. Esa es la marca de la buena fantasía. Pero aquí es hacer de lo imposible un absurdo total, payasada con oro líquido, Gandalfs en jaulas y frases rimbombantes pa'meter en el trailer ("that, my lad, is a dragon" OH REALLY)... Por cierto, la foto del florero me ha matado XD

Bueno, ya sabes lo que pienso de Tauriel y todo lo demás, así que para qué seguir dándole vueltas... no voy a hacer como OTROS... (GUIÑOGUIÑO)

Brillante crítica y coincido 100%, Robb!

PD: Te has olvidado de mencionar el momentazo de la película: el PUTO JACKSON saliendo al principio comiéndose una zanahoria. Product placement del bueno.

Rober dijo...

¡Gracias por comentar! Me alegro de que te haya gustado, aunque prácticamente todo lo habíamos hablado ya. ^_^

Tienes razón, me he mordido la lengua bastante para intentar ser lo más objetivo posible y que no fuera simplemente una larga queja de que se habían apartado del libro. A cambio, se me ha pasado mencionar más escenas que molan, como la de las arañas. Del PUTO JACKSON con su zanahoria me había olvidado por completo, jaja. :D

Una observación muy aguda lo de la marca de la buena fantasía. Estoy completamente de acuerdo, pero debemos de ser una minoría.