martes, 31 de marzo de 2009

Down, down, down...


...to Mephisto's Cafe!


Mefistófeles es lo único que me gustó del Fausto de Goethe, que me leí porque, joder, para algo soy estudiante de alemán, ¿no? En serio, vaya horror. Es la obra de un tipo que empezó a escribir una cosa interesante, se metió un tripi hacia la mitad, se le fue completamente la pinza y decidió demostrar su genialidad lanzando puyas pero mazo de pedantes a colegas suyos que hace tiempo que murieron, que nadie conoce y que a nadie le importan una mierda. Y te tiene que gustar porque es Goethe, poco menos que el padre, la madre, el dios creador, el Porfiri Petrovich del alemán moderno. Pues no me da la gana. Ojalá Napoleón hubiera acabado con Goethe, con el Sturm und Drang y con todo el romanticismo alemán, si bien este último no habría sido más que un daño colateral; no tengo nada en su contra. Pero Mefistófeles, el demonio, el tentador, está pero que muy bien. En inglés es común abreviar su nombre a Mephisto, pero Fausto no hay dios que lo abrevie.

«Lástima me dan los hombres en sus días de miseria, y hasta se me quitan las ganas de atormentar a esos pobres»

Down, Down, Down to Mephisto's Cafe, naturalmente, es una canción de Streetlight Manifesto, que en realidad no tiene mucho que ver con Mefistófeles ni con nada de lo que he escrito en el primer párrafo, pero si Goethe puede irse por las ramas, yo también. Esta canción en concreto fue una de las que tocaron el jueves 26 aquí en Madrid, un concierto que sólo puedo describir como el Porfiri Petrovich de todos los conciertos.

El local, la Gruta 77, tiene un escenario un poco demasiado pequeño para un grupo como Streetlight Manifesto, con sus siete miembros: guitarra, bajo, batería, trompeta, trombón, saxofón tenor y saxofón barítono (en mi ignorancia, desconocía que un saxo de estos tenía el tamaño aproximado de un caballo adulto). Esto no es ninguna exageración: realmente NO CABÍAN. Obsérvese si no esta foto:

A primera vista no tiene nada de especial, pero si nos fijamos atentamente descubriremos que, detrás de la sección de viento, se atisba un bajista. No es que fuera tímido ni nada, es que en primera línea no podía estar, y no salió de ahí atrás en todo el concierto, que ya tiene que sentar mal eso, anda que pusieron al cantante y líder, Tomas Kalnoky, en segunda fila (también se escaqueó de recoger el equipo después, es lo que tiene mandar), no, pusieron al más pringao. O al menos eso es lo que se me pasaría por la cabeza a mí si fuera yo el excluido, pero ya se sabe que para estas cosas soy un poco paranoico.

A pesar de estas dificultades, Streetlight Manifesto estuvieron a la altura. Empezaron con We Will Fall Together y siguieron con We Are the Few, así que los que los escuchen entenderán que se metieran al público en el bolsillo desde el primer momento. Una cosa que tiene el amigo Kalnoky es que a menudo canta a velocidad absurda, sobre todo en el primer disco, Everything Goes Numb; el estribillo de We Are the Few es precisamente de los más rápidos, e intentar corear «I never wanted this, no one ever wanted this, but they gave it to you so you might as well be proud of it» así en frío, en la segunda canción del concierto, y comprimido en unos tres segundos es más divertido de lo que debería (estoy orgulloso de poder hacerlo). Lo mejor de la noche, probablemente, fue A Moment of Silence enlazada con A Moment of Violence, una más relajada, la otra más punki, perfectas las dos juntas. También tocaron algo del proyecto paralelo acústico Bandits of the Acoustic Revolution y una versión del Linoleum de NOFX, que fue bastante grande, pero no compensa lo que me hicieron los muy cabrones.

¡Cabrones!

Aquí hacen falta algunos precedentes. Con este, he ido a tres conciertos en la Gruta en mi vida, todos relativamente recientes, y en realidad son los tres únicos conciertos de verdad a los que he ido, en una sala, quiero decir (los festivales son otra cosa). Con The Real McKenzies me lo pasé en grande, pero no tocaron mi canción favorita, Farewell to Nova Scotia (se perdona porque es un tema folk tradicional, y creo que sólo tocaron canciones suyas). Con Teenage Bottlerocket me lo pasé todavía mejor, pero tampoco tocaron mi canción favorita, Crawling Back to You (seamos serios, es una pastelada de canción, lo entiendo). Pero con Streetlight Manifesto... es que no tocaron ninguna de mis CINCO canciones favoritas. CINCO. FÜNF. *PENKWE. Esta es una de ellas, obviamente, pero tampoco la que más:


(Mi favorita, para los fans, es The Receiving End of It All)

Pero bueno, no se lo tendré muy en cuenta tampoco, porque ya digo que el concierto estuvo genial. No me llevé muchas hostias, pese a los intentos de una chica por usarme como escudo humano, destino del que escapé escabulléndome hacia el mismo escenario, donde la fotógrafa guardaba un sitio bastante resguardado. Como curiosidad: fue entrañable ver cómo cuidaba el trompetista su instrumento después del concierto, cómo lo mimaba, ajeno al mundo, sentado en un rincón, completamente solo, preocupado únicamente por su trompeta mientras sus compañeros recogían, se hacían fotos con el público, bebían cerveza o echaban ojo a las groupies potenciales. Eso sí que es dedicación.

En cuanto vuelvan, dentro de quince años, repito.

3 comentarios:

*PENKWE dijo...

Como cronista de conciertos no tienes precio.
Entrañable es una palabra curiosa para definir al trompetista; el saxo el mejor sin duda alguna y que el guitarrista-cantante no saliera no tiene perdón de Dios...
La fotógrafa agradeció que pasaras a hacerle de escudo humano mejor que a una desconocida :-)
¿Y no sabes cómo se dice cinco en gótico/ austrohúngaro/ suahili o cualquier otra lengua rara/ muerta/ reconstruida, tío friki???

Rober dijo...

Olvídate del guitarrista y quédate con el saxo que se portó mucho mejor contigo. A ver cuándo vamos al próximo, ¿eh? ¡Gracias por comentar!

pd: en gótico, fimf.

Aiddam dijo...

Creo que ponerte a la altura de Goethe para justificar el hecho de irte por las ramas es algo muy poco honrado por tu parte. Se te va la pinza porque sí, reconócelo! Goethe, el pobre, no es más que la excusa...