jueves, 28 de julio de 2011

Qué duro es ser ateo

Educarse en un colegio religioso no garantiza que vayas a ser creyente toda la vida. Es verdad que ser ateo tiene sus ventajas, como ver la cara de todo el mundo al decirles con tres días de antelación que pasas de hacer la Confirmación, no tener que aguantar que una monja te eche la bronca por ser un punki y teñirte el pelo de azul, o poder blasfemar con total libertad, pero no todo son arcoiris, unicornios y leprechauns montados en colibrís.

Ni un unicornio a la vista

Por suerte, hace mucho que superé la fase rebeldoide-adolescente atea militante radical, la de «cómo molo, que no creo en Dios» y «vaya gilipollez, tenéis creencias ridículas... Me voy, que he de sacrificar un buey y un carnero, y hacer una ofrenda de cereal y aceite en honor a Richard Dawkins, tal y como ordena el Levítico».

Y otra ronda para Emma Watson

No, hace siglos que no rechazo todo lo que huela a cristianismo. No me interesa nada su versión institucional moderna, la verdad, pero sus aspectos históricos y teológicos me parecen fascinantes: desde cuestiones filosóficas como el «problema del mal» o el «libre albedrío» hasta la evolución del concepto de «Satanás» y su identificación con «Lucifer», pasando por los Papas medievales que se ponían chulos ante los emperadores germanos. La gente no se da cuenta de lo que mola todo esto porque es demasiado comercial; visto desde fuera y de forma más o menos objetiva, es bastante crema.

Pero hay un problema: ese cambio de actitud me permite acercarme a cosas netamente religiosas sin que se me levante la ceja, pero eso no quiere decir que me conmuevan. Y, cuando hablamos de literatura o de arte en general, eso es grave, sobre todo porque muchas de mis obras favoritas resultan ser profundamente cristianas: Crimen y castigo, El Señor de los Anillos, buena parte de la poesía anglosajona... Por lo menos soy capaz de entender los símbolos y las motivaciones, que ya es bastante, pero tengo dificultades para que me provoquen el efecto pretendido por el autor. Y me jode. Porque las cosas van mucho más allá de vestir a Frodo como la Virgen Macarena.

¡Guapa!

Crimen y castigo es, seguramente, mi libro favorito. Está lleno de diálogos tensos y escenas patéticas, de esas que tanto le gustaban al bueno de Dostoyevski (mención especial para el funeral de Marmeladov y la muerte de Katerina Ivanovna), pero también tiene mucho de las creencias de su autor. En particular, una escena que se supone que es de vital importancia en la trama: Sonia leyéndole la Biblia a Raskolnikov entre lágrimas. Pues nada, como quien oye llover. Sí, vale, me conmueve cómo llora Sonia y entiendo lo importante que es para ella que Raskolnikov expíe sus culpas, pero no me acaba de llegar; no me puede llegar. Y eso es muy triste.

Las sutilezas del hacha me causan menos dificultades

Pero voy mejorando, gracias a la poesía anglosajona que mencionaba antes, ya que en ella aparece una forma de cristianismo más simple, íntimamente relacionada con valores que hoy son seculares pero que entonces entroncaban también con lo pagano: el heroísmo, los vínculos de lealtad con un señor y la imaginería bélica. Es curioso que estos poemas, con más de mil años de antigüedad, me sirvan de puente cultural mejor que novelas escritas poco menos que ayer, pero es así. Y es que leo The Dream of the Rood, un poema en el que la propia cruz en la que murió Jesús recuerda el proceso y los sufrimientos propios de él con todo lujo de detalles (a lo Mel Gibson), y casi hasta me emociono por momentos:

Geseah ic þa frean mancynnes
efstan elne mycle þæt he me wolde on gestigan
þær ic þa ne dorste ofer dryhtnes word
bugan oððe berstan þa ic bifian geseah
eorðan sceatas · ealle ic mihte
feondas gefyllan hwæðre ic fæste stod
«Entonces vi al Señor de la humanidad apresurarse con gran coraje para subírse a mí. Allí no me atreví a doblarme o a romperme oponiéndome a la palabra del Señor, cuando vi temblar la superficie de la Tierra. A todos los enemigos pude haber derribado, pero me mantuve firme»

Me conmueve más por el toque épico, lo sé, pero no pierdo la esperanza de que, algún día, consiga ir más allá y entender plenamente toda la obra de Dostoyevski. Por lo menos lo intento, ¿no?

Ahora es cuando la cago repitiendo aquello de que John K. Samson es Dios

2 comentarios:

Virginia dijo...

juas!! tanto club de fans y al final nadie te comenta por aquí...maldito Facebook!! las imágenes dan muy mal rollito hermoso, pero en fin...entrada sublime, como de costumbre. además como sufridora(?) en mis propias carnes de un colegio de curas, me siento harto identificada en some points. llegaste a enseñarme alguna foto con el pelo azul??? porque creo que deberías urgentemente

Rober dijo...

Jaja, al final eres la única fan fan.

Da peor rollo en formato gif animado:
http://chanarchive.org/content/50_b/39600623/1189923178852.gif

Y lo siento, pero me temo que no hay fotos con el pelo azul. Aún no se había inventado la fotografía (con el pelo rojo alguna hay).